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Hace pocos días la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos determinó que los remedios homeopáticos deben incluir una advertencia sobre su ineficacia.
Cuando publiqué una infografía al respecto en mis redes sociales mucha gente enfureció.
Hubo opiniones a favor (entre ellas la mía), basadas en razones de peso:
a) Nunca ha habido evidencia científica de la que la homeopatía funcione.
b) La homeopatía se basa en una extraña creencia de que el agua puede recordar las propiedades químicas de los venenos que en ella se disuelven, aunque la cantidad que se mezcla es prácticamente una nada.
Mientras que la mayor parte de las personas que opinó a favor, el argumento "fuerte" siempre fue:
A MÍ ME FUNCIONÓ
Yo no quiero ofender a las personas que están a favor, y no dudo que muchas personas se sientan mejor al tomar los chochitos por el simple hecho de que desean sentirse mejor (efecto plascebo le dicen); pero también hay que hablar del lado malo de las cosas.
Que una cosa "funcione" para mi, sólo significa que me hace sentir mejor o reconfortada de alguna forma, pero no necesariamente que objetivamente hablando tenga un efecto químico-orgánico sobre el cuerpo humano.
Mi abuela por ejemplo, tenía miles de remedios de plantas y solía curarnos las indigestiones con té de chaparro amargo. Además de que el brebaje tenía un sabor repugnante, nunca nos curó nada; pero claro, la indigestión solía pasar sola de forma natural después de unas horas y ella siempre le achacó la mejora al dichoso té, y esa forma de pensamiento ocurre todo el tiempo.
Es como la piedra para ahuyentar tigres que mencionan en los Simpson.
Por cierto, en familia hubo dos casos graves de personas que casi mueren por confiar su salud a la homeopatía.
El primero fue mi madre. Un Año Nuevo comió demasiados postres y comenzó con un dolor de barriga tremendo, o nosotros creíamos que había sido por eso que se sentía mal. Firmes creyentes de la medicina alternativa, mi mamá bajó al consultorio del homeópata que por supuesto le recetó gotas, chochos y té de manzanilla.
Mi mamá no mejoró, al contrario, el dolor se intensificó tanto que a la mañana siguiente no podía hablar ni caminar. La llevaron al hospital, en algún momento del trayecto empezó a sentir que el dolor disminuía pero igual la internaron: tenía apendicitis, pero había pasado tanto tiempo sin atención que el apéndice se reventó.
En realidad, para cuando mi madre llegó al hospital ella ya estaba en condición de peritonitis, circunstancia sumamente mortal que se pudo haber evitado si hubiera acudido con un médico de verdad desde el inicio.
El otro caso fue el de mi tía. Desde muy joven padecía de obesidad y bebía mucho, influenciada por entonces conflictiva pareja. A cierta edad le diagnosticaron daño renal, por lo que debía entrar en tratamiento. Nuevamente, prefirió ir a un homeópata al que le permitió recetarla igualmente con gotitas y chochitos durante muchos años. Al paso del tiempo ella sentía que su salud empeoraba así a los chochos en alcohol agregó las consultas a las Flores de Bach, los jugos Noni y cuanta planta se le atravesara. Nada de esto la ayudó.
Finalmente mi tía quedó en un estado lamentable y terminó en hemodiálisis de una forma más rápida que si hubiera comenzado tratamiento desde que fue diagnosticada, peor en un breve período la única salida se convirtió en esperar el transplante de ambos riñones. Eso nunca sucedió, desgraciadamente no se encontró a nadie compatible dentro de la familia y la lista de espera en hospital era muy larga, ella murió, no tenía más de 45 años, nunca pudo ver crecer a sus pequeños nietos que en ese tiempo a penas llegaban a los 2 años.
¿Qué recomendaría yo a las personas que usan estos remedios?
Que lo sigan haciendo, tampoco me gusta pelearme con amigos y desconocidos por esta cuestión, y bien que mal no les hace daño; pero les diría que si enferman acudan también a un médico para que los cure de verdad.
Entiendo cuando las personas enfurecen cuando algunos decimos "la homeopatía es un fraude", entiendo por qué la defienden vehementemente, pues yo misma he visto esas actitudes tanto en mi madre como en mi tía, como también las veo en una de mis mejores amigas que desde hace algunos años padece malestares estomacales sin saber a ciencia cierta por qué, pero aún así decide seguir tomando gotas, jugos y chochos en vez de acudir a una consulta. Me entristece pensar que quizá para cuando decida atenderse sea muy tarde.
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